En mi revisión diaria del rotativo El Universal me topé con la siguiente pregunta: ¿Cree que el Estado debe regular la exhibición de películas producidas en Hollywood? Ante semejante interrogación y frente a mi asombro decidí investigar con base en qué este periódico hacía tal cuestionamiento. Me tropecé con el siguiente artículo de Héctor Soto titulado “¡Liberemos al cine!”, publicado en http://www.ministeriodelacultura.gob.ve/index.php?option=com_content&task=view&id=7275&Itemid=90
viernes, 20 de marzo de 2009
¡Liberemos al cine! Dada la importancia del cine documental, histórico, de ficción y de todo tipo necesarios en la construcción de una sociedad sana, es lamentable que Hollywood y similares controlen en Venezuela casi toda la cadena. Y más lamentable aún es que nuestros niños y jóvenes estén permanentemente expuestos a las películas deformantes que transmiten los canales comerciales en las que el héroe o la heroína, de los cuales nuestros muchachos (y uno que otro grandulón) se enamoran y pretenden imitar, asesinen a 40, 50 ó 100 personas en una hora y media de ¡acción!, disfrazada de actos heroicos.Y es que el pensamiento fuerte capitalista nos ha tomado casi toda la superestructura ideológica: entretenimiento, educación, música con ritmos, acordes y compases estudiados para predisponer al consumo de determinadas ideas y/o mercancías, hasta olores específicos han sido estudiados para inducir el consumo de determinados productos en grandes supermercados. Mensajes subliminales, publicidad, propaganda, manipulación de sentimientos, desestabilización emocional, las disciplinas artísticas y pare de contar. Todo para convertirnos en un mercado planetario de consumidores de los productos que las grandes transnacionales imponen también con invasiones y bombas.Y para esos propósitos asesinaron, entre otros, al cine venezolano. Casi lo desaparecieron. Hubo años de cero producciones. Las salas de cine desaparecieron o se convirtieron en centros religiosos y con destinos diversos.Las dos “distribuidoras” con capacidad que existen en Venezuela están en manos directa o indirectamente de transnacionales vinculadas a Hollywood.En esa batalla, que es la “batalla de las ideas” desde La Villa del Cine y el CNAC, hemos producido cerca de 75 largometrajes y más de 300 documentales que tal como no los señalan con frecuencia, con razón, “no se ven”. Y es que en esas salas de cine comerciales nos rechazan, ponen nuestras películas por corto tiempo, hacen trampas y burlan la Ley de Cine. Todo para seguir envenenando la mente de los venezolanos.Al problema de la distribución en las salas grandes, la mayoría en manos del capitalismo cinematográfico, se le suma el problema de la divulgación y promoción. Eso es responsabilidad nuestra y de los órganos de comunicación del Estado. Debemos reconocerlo.Esta situación debe abordarse como asunto de Estado y así lo ha entendido el Ministerio del Poder Popular para la Cultura. Por eso hemos construido 16 cinematecas en 16 estados y vamos hacia las 24. Más de 180 salas de cine comunitario enclavadas en barrios populares en todo el país, la mayoría administradas por Consejos Comunales y otras organizaciones sociales. Todas tienen buenas programaciones de cine venezolano, lati no americano y de otras latitudes. También programaciones para niños. Pero el problema persiste: no se conocen lo suficiente.Además, estamos dando pasos para coordinarnos con el Minci, TVEs, ViVE y la prensa escrita para superar en parte el problema. Pero hasta que no enfrentemos esos monopolios, modifiquemos las leyes y reglamentos y recuperemos el público que nos arrebataron, la situación no dará un vuelco definitivo en concordancia con la sociedad que estamos construyendo.Abramos un frente, con todos los aliados posibles (Asamblea Nacional, cineastas, ministerios, el Partido, las organizaciones populares de base y otros) para poder salir victoriosos en la tarea de rescatar el cine venezolano y el cine internacional sano y progresista. Esperar es una esperanza vana.
Mi intención no es politizar el tema, creo propicio aprovechar el artículo para poner de manifiesto una opinión que he mantenido durante mucho tiempo. Primero creo que no es tarea del Estado (sea éste chavista o de cualquier otra tendencia) regular esta materia, si el problema es el contenido existen dos vías: primero las clasificaciones, lo que permite asignar para qué tipo de público está permitido; y segundo la familia, considero que en este caso son los padres los que deben velar por saber qué es lo que sus hijos van a ver cuando van a una sala de cine o cuando están en sus casas. Segundo, la realidad del cine venezolano. El problema no es la producción cinematográfica de Hollywood, pues la mayoría de las películas venezolanas que he visto son extremadamente violentas, llenas de un lenguaje vulgar y grosero, arropándose bajo el manto de mostrar “la realidad del país”, si bien es cierto que podemos utilizar este arte para difundir realidades, pero es una cosa distinta a encasillar nuestro cine en este género.
viernes, 20 de marzo de 2009
¡Liberemos al cine! Dada la importancia del cine documental, histórico, de ficción y de todo tipo necesarios en la construcción de una sociedad sana, es lamentable que Hollywood y similares controlen en Venezuela casi toda la cadena. Y más lamentable aún es que nuestros niños y jóvenes estén permanentemente expuestos a las películas deformantes que transmiten los canales comerciales en las que el héroe o la heroína, de los cuales nuestros muchachos (y uno que otro grandulón) se enamoran y pretenden imitar, asesinen a 40, 50 ó 100 personas en una hora y media de ¡acción!, disfrazada de actos heroicos.Y es que el pensamiento fuerte capitalista nos ha tomado casi toda la superestructura ideológica: entretenimiento, educación, música con ritmos, acordes y compases estudiados para predisponer al consumo de determinadas ideas y/o mercancías, hasta olores específicos han sido estudiados para inducir el consumo de determinados productos en grandes supermercados. Mensajes subliminales, publicidad, propaganda, manipulación de sentimientos, desestabilización emocional, las disciplinas artísticas y pare de contar. Todo para convertirnos en un mercado planetario de consumidores de los productos que las grandes transnacionales imponen también con invasiones y bombas.Y para esos propósitos asesinaron, entre otros, al cine venezolano. Casi lo desaparecieron. Hubo años de cero producciones. Las salas de cine desaparecieron o se convirtieron en centros religiosos y con destinos diversos.Las dos “distribuidoras” con capacidad que existen en Venezuela están en manos directa o indirectamente de transnacionales vinculadas a Hollywood.En esa batalla, que es la “batalla de las ideas” desde La Villa del Cine y el CNAC, hemos producido cerca de 75 largometrajes y más de 300 documentales que tal como no los señalan con frecuencia, con razón, “no se ven”. Y es que en esas salas de cine comerciales nos rechazan, ponen nuestras películas por corto tiempo, hacen trampas y burlan la Ley de Cine. Todo para seguir envenenando la mente de los venezolanos.Al problema de la distribución en las salas grandes, la mayoría en manos del capitalismo cinematográfico, se le suma el problema de la divulgación y promoción. Eso es responsabilidad nuestra y de los órganos de comunicación del Estado. Debemos reconocerlo.Esta situación debe abordarse como asunto de Estado y así lo ha entendido el Ministerio del Poder Popular para la Cultura. Por eso hemos construido 16 cinematecas en 16 estados y vamos hacia las 24. Más de 180 salas de cine comunitario enclavadas en barrios populares en todo el país, la mayoría administradas por Consejos Comunales y otras organizaciones sociales. Todas tienen buenas programaciones de cine venezolano, lati no americano y de otras latitudes. También programaciones para niños. Pero el problema persiste: no se conocen lo suficiente.Además, estamos dando pasos para coordinarnos con el Minci, TVEs, ViVE y la prensa escrita para superar en parte el problema. Pero hasta que no enfrentemos esos monopolios, modifiquemos las leyes y reglamentos y recuperemos el público que nos arrebataron, la situación no dará un vuelco definitivo en concordancia con la sociedad que estamos construyendo.Abramos un frente, con todos los aliados posibles (Asamblea Nacional, cineastas, ministerios, el Partido, las organizaciones populares de base y otros) para poder salir victoriosos en la tarea de rescatar el cine venezolano y el cine internacional sano y progresista. Esperar es una esperanza vana.
Mi intención no es politizar el tema, creo propicio aprovechar el artículo para poner de manifiesto una opinión que he mantenido durante mucho tiempo. Primero creo que no es tarea del Estado (sea éste chavista o de cualquier otra tendencia) regular esta materia, si el problema es el contenido existen dos vías: primero las clasificaciones, lo que permite asignar para qué tipo de público está permitido; y segundo la familia, considero que en este caso son los padres los que deben velar por saber qué es lo que sus hijos van a ver cuando van a una sala de cine o cuando están en sus casas. Segundo, la realidad del cine venezolano. El problema no es la producción cinematográfica de Hollywood, pues la mayoría de las películas venezolanas que he visto son extremadamente violentas, llenas de un lenguaje vulgar y grosero, arropándose bajo el manto de mostrar “la realidad del país”, si bien es cierto que podemos utilizar este arte para difundir realidades, pero es una cosa distinta a encasillar nuestro cine en este género.
Es falso que no se difundan en las grandes salas cinematográficas películas venezolanas, he tenido la suerte de ver en pantalla grande tres películas hechas con talento nacional y que han permanecido durante un tiempo bastante considerable en cartelera y no sólo esto, sino que el día que asistí estaban a sala llena: Una Abuela Virgen (2007) con Daniela Alvarado, El Tinte de la Fama con Elaiza Gil y A mí me Gusta con Mónica Pascualotto, demostrando que otros géneros y otras temáticas son capaces de atraer un público ávido de ver a sus artistas en el cine.
En nuestro país existen excelentes y grandes documentalistas y cineastas que no reciben el apoyo adecuado para exhibir el fruto de su pasión, he aquí el gran error de nuestra hermosa nación, se debe comenzar por difundir y promocionar a esos desconocidos pero grandes talentos que sólo requieren de un empujón para darse a conocer. Felicito la iniciativa de la Villa del Cine por la construcción de las cinematecas, por algo se debe comenzar, pero deben entender que no se puede encasillar el tipo de películas que mostrarán porque entonces de nada servirá la inversión, igual bajará el número de asistentes a sus salas. Creo que es irresponsable decir que todo lo que venga de afuera de nuestras fronteras es malo o no sirve porque nosotros no tenemos la verdad absoluta, pero podemos concienciar, que es distinto a que alguien me diga lo que puedo ver o lo que no.
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